¿Cristianos de vacaciones o vacaciones de cristianos?

¿Cristianos de vacaciones o vacaciones de cristianos?

¿Cristianos de vacaciones o vacaciones de cristianos?

El tiempo de descanso es una oportunidad para hacer crecer nuestra fe.

Por Marcela Villares*
redaccion@boletinsalesiano.com.ar

Llegan los meses de verano y para muchas personas este es un tiempo de descanso, de reencuentro familiar y con amigos. Ahora, el cristiano como tal no toma vacaciones, sigue siendo cristiano en cualquier momento de la vida. Tomarse vacaciones como cristianos sería dejar nuestro ser profundo en casa, y vivir como si no fuéramos tales.

El tiempo de vacaciones, es un derecho humano y también lo encontramos justificado en la Palabra de Dios. Jesús mismo dijo “Vengan ustedes solos a un lugar desierto, para descansar un poco” –Mc 6,31–, y en el Génesis leemos “el séptimo día Dios terminó lo que había hecho, y descansó. Entonces bendijo el séptimo día y lo declaró día sagrado, porque en ese día descansó de todo su trabajo de creación”. La Biblia nos invita a este tiempo de restauración y de encuentro. Como cristianos hagamos vacaciones, pero no nos tomemos vacaciones de nuestro ser cristiano.

El tiempo de vacaciones, es un derecho humano y también lo encontramos justificado en la Palabra de Dios.

El papa Benedicto nos decía “(este tiempo) aparece como un espacio privilegiado para la restauración física y espiritual, posibilita el encuentro de quienes pertenecen a culturas diversas, y es ocasión de acercamiento a la naturaleza, favoreciendo por todo ello la escucha y la contemplación, la tolerancia y la paz, el diálogo y la armonía en medio de la diversidad (…). La posibilidad que nos brindan los viajes de admirar la belleza de los pueblos, de las culturas y de la naturaleza, nos puede conducir a Dios. –Mensaje al VII Congreso Mundial de Pastoral del Turismo, 23 de abril de 2012–.

Tiempo de encuentros

Cuando pensamos en este tiempo de descanso, a veces es posible viajar, otras veces elegimos vivirlo en nuestro lugar de residencia, pero para unos y otros es y debe ser un tiempo particular. Tenemos el tiempo a disposición, por lo tanto también tiempo de coloquio y encuentro especial con Dios, y los hermanos.

En el contacto con la naturaleza, la persona reencuentra su justa dimensión.

El tiempo de las vacaciones ofrece oportunidades únicas de pausa ante los espectáculos sugestivos de la naturaleza, maravilloso “libro” al alcance de todos, mayores y niños. En el contacto con la naturaleza, la persona reencuentra su justa dimensión, se redescubre criatura, pequeña, pero al mismo tiempo única, “capaz de Dios” porque interiormente está abierta al Infinito. Empujada por el interrogante de sentido que le apremia en el corazón, percibe en el mundo circundante la impronta de la bondad y de la providencia divina y casi naturalmente se abre a la alabanza y a la oración. –Benedicto XVI, mensaje del Ángelus en Les Combes, Valle d´Aosta, el domingo 17 de julio de 2005–.

Es también un tiempo especial para vivir la cultura del encuentro a la cual nos invita el papa Francisco, con las comunidades que visitamos, con personas que vamos encontrando a lo largo de los días y también con quienes nos vamos de vacaciones, ya que la vida cotidiana no siempre nos lo permite. Sería muy deseable que vivamos cada encuentro de este modo, y no que hagamos sentir a quien nos recibe la invasión de turistas, sino que a través nuestro experimenten la alegría del encuentro. 

Cuidar la Casa Común

Otra invitación del papa Francisco muy importante, es el cuidado de la Casa Común, respetar la naturaleza, agradecerle por recibirnos, cuidarla, pensar en lo que consumimos que sea lo más sustentable posible. Muchas veces la practicidad nos hace usar demasiadas cosas descartables, pensemos cómo poder evitar su uso. Por ejemplo, llevemos un recipiente para evitar bandejas plásticas y envoltorio, usemos botellas retornables, evitemos las bolsas plásticas, generemos la menor basura posible y no la tiremos en cualquier lado. Si llevamos algún recuerdo, tratemos que sea algo de productores del lugar. Cuando terminamos las vacaciones si tenemos alimentos que podemos donar llevémoslo a la Iglesia más cercana.

Es importante el cuidado de la Casa Común, respetar la naturaleza, agradecerle por recibirnos, cuidarla, pensar en lo que consumimos que sea lo más sustentable posible.

Muchas de las comunidades que reciben turistas viven de esta actividad, y se vio en pandemia lo que implicó para ellos, por lo tanto cuando salimos de vacaciones también estamos colaborando en su economía. Sin duda tenemos que vivir con discreción y sin gastos superfluos. 

Es importante que también las comunidades receptoras sepan vivir las virtudes de la hospitalidad y la acogida. San Juan Pablo II decía “Será necesario empeñarse en preparar laicos que sepan acercarse fraternalmente a los huéspedes de las vacaciones para introducirlos en la vida de la comunidad eclesiástica, para hacerlos sentir miembros vivos de una Iglesia particular que los acoge con cuidado, con afecto, tratando de ayudarlos en todos los aspectos, desde los sacramentales y culturales a los recreativos” –discurso a los ciudadanos de Courmayeur, Aosta , 7 de septiembre de 1986–.

No olvidemos poner en nuestra valija la Palabra de Dios, u alguna otra lectura espiritual. Cuando lleguemos a nuestro destino podemos visitar el templo más cercano para conocer sus horarios de misas, pero también para saber si existen actividades recreativas, muchas diócesis las ofrecen para los turistas. 

Las vacaciones son un tiempo de restauración para luego volver a nuestra vida cotidiana con fuerzas renovadas.

Por otra parte muchos jóvenes, y no tanto, viven este tiempo de verano o de vacaciones misionando o visitando comunidades con alguna necesidad, sin duda un tiempo bendecido. Pero aún yendo a algún lugar de vacaciones podemos y debemos vivir la misión y nuestra ayuda al otro. Por ejemplo ¿bendecimos la mesa, testimoniamos el amor recíproco donde estamos, brindamos ayuda a quien está a nuestro alrededor?

Las vacaciones son un tiempo de restauración para luego volver a nuestra vida cotidiana con fuerzas renovadas, y debería ser con nuestra fe y esperanza acrecentadas para vivir en nuestro día a día el amor cristiano.

 
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