Dios no pone pausa

Dios no pone pausa

Dios no pone pausa

La pandemia multiplicó las acciones solidarias y dio lugar a nuevas formas virtuales de celebración. Frente a la Pascua, ¿hay otras maneras de acompañar la fe y promover la esperanza?

Por Manuel Cayo, sdb

Hace pocos días se cumplió un año del anuncio que dio inicio al aislamiento social preventivo y obligatorio en nuestro país. Y con alegría corroboramos que durante la pandemia han crecido las expresiones eclesiales de ayuda solidaria y se han multiplicado los esfuerzos para llegar a los más golpeados. Al mismo tiempo, debemos reconocer que a nivel educativo hemos hecho un esfuerzo muy grande por mantener la calidad de nuestras propuestas. 

Pero, ¿qué hicimos y qué estamos haciendo en lo que refiere a las propuestas de espiritualidad, de acompañamiento y de celebración de la fe? Con mayor o menor adhesión comprobamos que durante la cuarentena más estricta —y frente a la posibilidad de nuevos confinamientos— se multiplicaron las misas virtuales… y más de una vez me he preguntado ¿es que nuestras propuestas celebrativas en este tiempo no pueden ir más allá de los sacramentos? 

Dios no pone pausa

Rafael Luciani, un reconocido teólogo venezolano, constata que muchas veces nuestra proposición de fe se limita solamente a recibir la “gracia sacramental”. Y entonces explica: “Seguimos anclados a una imagen de Iglesia que se cree dueña de Dios, de su gracia y su perdón, especialmente cuando hoy en día estamos aislados por la pandemia y, en muchos casos, sin posibilidad de acercarnos a un sacerdote ni congregarnos como asamblea. Es como seguir alimentando la idea de que a Dios sólo lo encontramos en el templo y, como no podemos acercarnos mucho a las Iglesias por la pandemia, la gracia estaría en pausa”.

Pero Dios no ha puesto pausa, ni la pondrá jamás, porque Dios mismo se nos da como don, como regalo, sin condiciones, abrazándonos desde lo más íntimo de nuestras conciencias, acogiendo nuestros pensamientos y sentimientos, y sanando nuestros miedos y temores. Santo Tomás decía que basta desearlo para que la gracia ya comience a actuar. 

Lo aprendemos de Jesús

Todos, en nuestros hogares y comunidades, hemos sido ya “agraciados”, abrazados por Dios y perdonados. Esto fue lo que el mismo Jesús nos reveló cuando descubrió que Dios es como un Padre que nos ama desde las entrañas. Por eso mismo, Jesús pudo reconocer más fe en los supuestos infieles e impuros de su época, en los alejados del Templo y excluidos por los sacerdotes, en los que no asistían a los ritos celebrativos ni a las purificaciones.

Pareciera que la gracia no puede salir de los templos, mientras que el virus sí puede viajar por todo el mundo y hasta meterse en nuestras casas.

Por eso es importante que no dejemos pasar la oportunidad y no solo nos limitemos a cambiar temporalmente el formato de las celebraciones para hacerlas virtuales. El desafío está en comunicar la experiencia de Dios que ya nos perdonó y reconcilió con su abrazo misericordioso, y superar así las narrativas que insisten en la falsa idea de una divinidad que pone en pausa su perdón hasta que, algún día, cuando pase definitivamente la pandemia, nos podamos confesar. En fin: pareciera que la gracia no puede salir de los templos, mientras que el virus sí puede viajar por todo el mundo y hasta meterse en nuestras casas.

Escuchar y responder con creatividad

Ante la actual crisis se requiere una gran creatividad pastoral. Urge escuchar y responder a los problemas reales de las personas: la necesidad de sentirse acompañadas, la angustia de no tener trabajo ni dinero para comprar comida, el miedo a enfermarse y a no ser atendidas debidamente, la soledad del aislamiento, la posibilidad de no poder ver a un familiar morir por haber contraído el virus.

El desafío está en comunicar la experiencia de Dios que ya nos perdonó y reconcilió con su abrazo misericordioso.

Sólo regresando a Jesús y colocando de nuevo al Evangelio como nuestro libro diario de cabecera podemos generar procesos de discernimiento y acompañamiento que respondan a todas estas necesidades, porque esos fueron los problemas que Jesús escuchó y a los que respondió cuando caminaba de aldea en aldea.

Ciertamente atravesamos una situación irregular, que necesita respuestas pastorales inmediatas e innovadoras. La misa es sólo una de esas respuestas, pero no la única. La gente  necesita mensajes realistas que ayuden a sentir que Dios los ama y abraza de modo personal, y no a través de la figura de un mediador ausente a quien no tendrán acceso. Quedarnos sólo en la misa online no ayuda pastoralmente. Es seguir manteniendo el esquema de una religión privada, clerical y sacra, que separa a Dios de lo profano.

Todo lo que se pueda hacer creativamente en función del empoderamiento religioso de las personas, sin la mediación del sacerdote, es fundamental para una respuesta pastoral real y coherente en estos momentos. Es tiempo de recuperar la Palabra y el silencio. Los medios virtuales pueden ser usados para ofrecer actividades que ayuden a acompañar y a discernir lo que se está viviendo desde la Palabra de Dios que se encarna en nuestras casas y nuestros barrios hoy.

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