“Pensar la vuelta, pensar de vuelta”

“Pensar la vuelta, pensar de vuelta”

“Pensar la vuelta, pensar de vuelta”

Por Ezequiel Herrero y Santiago Valdemoros
redaccion@boletinsalesiano.com.ar

La educación y las distintas formas de garantizar la continuidad durante la pandemia han insumido un enorme esfuerzo por parte de directivos, docentes, familias y estudiantes. Habiendo superado los momentos de mayores restricciones, uno de los desafíos que se plantea es cómo poner en valor los aprendizajes que dejó este tiempo acerca de los límites y posibilidades de la escuela, y cómo ésta enfrenta e incorpora los cambios. 

Sobre esto conversamos con el salesiano Ariel Fresia, que invita a reflexionar sobre este y otros temas en su último libro: Pensar la vuelta, pensar de vuelta, publicado por Ediciones Don Bosco Argentina.

¿Qué cosas valora nuestra sociedad de la escuela, a pesar de que muchas veces le pide “cambiar”?

Hay muchas cosas que la sociedad valora de la escuela, y se hizo más evidente en la época de la virtualidad. Entre ellas, la relación directa entre docentes y alumnos, entre compañeros, la expresividad de los jóvenes, encontrarse con las emociones, con sabores y olores “de escuela”. La presencialidad tiene valores incalculables que hemos “redescubierto”, porque antes criticábamos mucho la escuela que teníamos. Estábamos disconformes con el currículum, con la forma de enseñar, con los estilos de animación y gobierno, con la relación “escuela-padres”…

Había muchas cosas que mostraban que la escuela ya estaba en crisis antes de la llegada del virus. Como dice el sociólogo Francois Dubet, la escuela a veces “se parece a las estrellas cuya luz seguimos recibiendo, pero que la astrofísica calcula que murieron hace millones de años”. La presencialidad sin duda es un valor, pero en esta época es un valor relativo, no absoluto. Por eso, no debemos confundir la vuelta a la presencialidad con la vuelta a la “normalidad”. Por el contrario, hay que empezar a valorar otras formas de la presencialidad en la excepcionalidad.

¿Es posible que algunos de los cambios que surgieron con la pandemia sean incorporados?

Las instituciones encuentran su fuerte en el proceso de transmisión y repetición, a través del cual legitiman las prácticas sociales y las consolidan en un sistema valioso para los sujetos. Pero ese proceso de repetición, al mismo tiempo, las vuelve intransigentes respecto de las condiciones sociales en las que están insertas. Se transforma en un obstáculo para que las instituciones sigan los cambios sociales.

“Un riesgo de la pospandemia es que se consolide aún más la injusticia y la segregación educativa”.

Sin embargo, todos transcurrimos nuestra existencia en el marco de instituciones. Y la profesión docente también está dentro de un marco institucional. Lo que ocurre es que los docentes, a veces de modo individual y a veces de manera colectiva, también se rebelan ante modelos institucionales tan estáticos. Eso lo vemos en prácticas alternativas de los mismos docentes o en la resistencia a determinada normativa institucional o políticas públicas que bajan sin tenerlos en cuenta.

¿Para quiénes está pensado el libro?

Hay individuos o colectivos que no están a gusto con el sistema institucional vigente. Por un lado, el libro se dirige a esos docentes más inquietos, que se encuentran insatisfechos con el desarrollo de las instituciones y sus cambios lentos. Apunta a esos colectivos que aspiran a un presente y a un futuro diferente. Pero también se dirige a otro grupo de docentes, que está más seguro en las prácticas institucionales vigentes, y que no son tan críticos con el sistema. En ese caso, propongo mirar un poco más lejos, mirar otras posibilidades; porque la historia no se termina en el marco de las instituciones. Sigue adelante en un universo mayor a las instituciones, que es la sociedad. 

En lo personal creo que los docentes más inquietos son los que van a reconfigurar, o ya están reconfigurando, el sistema educativo y las prácticas de enseñanza y aprendizaje. Ese docente muchas veces trasciende a la institución, al cumplimiento de los programas, de los horarios y de la norma. Es un educador que está en función de los chicos y chicas y atiende a los tiempos subjetivos de los aprendizajes, que son distintos para cada uno, y no a los tiempos de los contenidos, los trimestres, o las formas de evaluación, que son tiempos institucionales.

Es muy probable que esta no sea la única situación de emergencia que vivamos en esta generación. ¿Cómo pensar instituciones que permitan enfrentarlas mejor? 

En la teoría y en la práctica, la hegemonía no es para siempre, tiene procesos y períodos. Siempre se oponen a una estrategia institucional las tácticas de los sujetos. Eso es una constante. Ciertamente, el sistema educativo hegemónico en el que todos estamos ha tenido siempre tácticas “contra hegemónicas” de los sujetos. Por ejemplo, ante un sistema prescriptivo y tan monolítico aparecieron la interdisciplinariedad y la transdisciplinariedad. Y esto que fue disruptivo en su momento, ahora es parte de la normalización pedagógica.

Pero son procesos largos. Creo que los docentes y las instituciones que apuestan por acompañar los procesos de la historia van a ir generando estas posibilidades alternativas al sistema. Porque, al fin de cuentas, no se trata de cambiar “el” sistema, sino de cambiar “de” sistema. Y que sean más justo, más equitativo, de mejores aprendizajes para todos y no para algunos. Porque el riesgo de la pospandemia es que, con los efectos perversos de la pandemia, donde ya muchos quedaron fuera del sistema educativo, se consolide aún más la injusticia y la segregación educativa.

Pensar la vuelta, pensar de vuelta se encuentra disponible en la tienda online de Ediciones Don Bosco Argentina.

 

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